martes, 24 de noviembre de 2009

Abrirse horizontes

La idealización es mala y, sin embargo, yo tiendo bastante a ella. Siempre he idealizado a las personas que he amado, como si no tuvieran defectos, como si todo lo que hacen o dicen fuera lo adecuado. Pero de pronto llega un día en el que abres los ojos y descubres que no, que mister perfecto es una ilusión y que lo único que has hecho ha sido enamorarte de un imbécil con tantos defectos como pelos en la cabeza (y nunca me han gustado los calvos, ya os aviso)

Así que, como mis esperanzas de encontrar al hombre perfecto, o al menos a uno que me quiera tal cual soy, se esfuman día a día, sólo me queda recuperar al menos la dignidad perdida y dejar de ser el perrito faldero de alguien que no me ha querido, no me quiere y, probablemente, nunca me querrá.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Asumir

Hay que ver lo rara que suena la palabra 'asumir'. Es un verbo que suena extraño al oído, no me digáis que no. Pues bien, yo he descubierto que además de sonar raro también es muy raro que el ser humano sepa practicar su significado. Yo por lo menos no sé. Asumir, según la RAE, quiere decir aceptar. Yo me atrevería a añadir 'aceptar con resignación'. Y he ahí la dificultad. Aceptar las cosas no es nada fácil casi nunca. A mí por ejemplo me resulta tremendamente complicado asumir que no me quieren. Ayer, una amiga me medio abrió los ojos: '¿Por qué en vez de justificarlo, asumes que no te quiere? Si te quisiera estaría contigo y no lo está. Y no lo está porque simple y llanamente no te quiere. Asúmelo'. Mentiría si no dijera que sus palabras me dieron que pensar. Y mucho. No tienen nada de especial. Yo ya me las había dicho a mí misma muchas veces. Pero a veces necesitas oírselas a otra persona. Aunque te caigan como un chorro de agua fría. Y no es fácil, la verdad. Porque cuando lo has dado todo, lo decible y lo indecible, para conquistar a alguien y no lo has conseguido es muy difícil retirarse con el rabo entre las piernas. Te entra un complejo de inferioridad tremendo, porque piensas que lo que han conseguido otras tú no lo has hecho. Y claro, te sientes un poco mierda y bastante frustrada.

Pero bueno, de lo que me dí cuenta ayer es de que el secreto está en esa extraña palabra: 'asumir'. No se puede vivir para sufrir, ni se puede obligar a nadie a que sienta cosas que no siente. Por eso, en vez de justificar las cosas (no, él necesita estar sólo, él no puede estar con nadie... pero yo sé que en el fondo me quiere) se debe asumir que no es cierto. No me quiere. Y si lo hiciera lo superaría todo y probaría a estar conmigo. Punto.

Y claro, asumir no es lo mismo que dejar de sentir, pero bueno, tal vez sea el primer paso, no? Y, aunque resulte un poco duro, siempre será mejor que seguirme autoengañando.

Dicen en mi pueblo que lo que no puede ser, no puede ser y encima es imposible. Pues eso. A asumirlo toca.

martes, 10 de noviembre de 2009

Desequilibrios hormonales

Una de las numerosas ventajas de ser mujer es que puedes echar la culpa de tus neuras a unos desequilibrios hormonales que nadie sabe si existen o no, pero que son la mar de socorridos para situaciones de impertinencia extrema.

Yo hoy, sin ir más lejos, me he levantado insoportable. Pero no por nada en especial. Es más, ni siquiera he sido consciente de estar insoportable hasta que un pobre damnificado me lo ha dicho. De repente, el peso de la verdad ha caído sobre mi costado (en la zona lumbar, concretamente) y me he dado cuenta de que no me aguantaba a mí misma.

Y claro, a los que me han sufrido les he pedido perdón, pero conmigo misma la cosa es más complicada porque por mucho que intento correr siempre me alcanzo.

Así que, como no me queda otra, he respirado hondo, me he parado a pensar en las razones objetivas que podían hacer que estuviera así y como no he encontrado ninguna he pensado: 'Ais... estaré ovulando...!' (O no... pero, qué más da, bien está que haya hormonas para cargar con la culpa, no?)

lunes, 9 de noviembre de 2009

Los riesgos del 8 de noviembre

Casarse un 8 de noviembre tiene sus riesgos. Es cierto que casarse un 8 de agosto no asegura un día espléndido, pero es que el 8 de noviembre por mucho que te encomiendes a todos los santos tal vez no consigas nada.

Ayer, cuando bajé del autobús con un cierzo racheado que hizo que mi paraguas se diera la vuelta un par de veces, me dirigí al paso de cebra más cercano y esperé a que el semáforo se pusiera verde mientras pensaba que nada ni nadie podría evitar que mi pelo adquiriera esa ondulación crespada habitual de los días de lluvia. Miré el termómetro que tenía frente a mí. Cinco grados. Con cierzo y lluvia. Y justo cuando estaba pensando que no había podido elegir un día peor para salir de casa, el semáforo se puso en verde y ví como dos novios venían hacia mí acompañados por un fotógrafo que serpenteaba sobre sí mismo y adoptaba posiciones imposibles mientras el disparador de su cámara no dejaba de sonar. El novio sostenía un gran paraguas blanco sobre la cabeza de su recién estrenada mujer y la suya propia (que, digo yo, eso es previsión y lo demás son tonterías, porque un paraguas blanco inmaculado no se compra en los chinos en el último momento...) La novia, por su parte, ocupaba una de sus manos sujetando los bajos de un vestido que había salido blanco de casa, seguro, pero al que las inclemencias del día habían teñido de un cierto tono negro. La otra, trataba de sostener con elegancia fallida un chal peludo (blanco también) que tenía el complicado objetivo de conseguir que la novia sobreviviera a la sesión de fotos y no llegara a la hora de la comida en proceso de congelación.

Ambos sonreían a la cámara con pose forzada y con cara de estar pensando ¿y cómo se me habrá ocurrido a mí casarme un 8 de noviembre?

Pobres... Eso sí, como el novio era calvo y la novia llevaba el pelo recogido, al menos el pelo no se les onduló...

miércoles, 4 de noviembre de 2009

A tiempo parcial mejor que completo

Mi profesora del taller de escritura dice que se puede escribir sobre cualquier cosa, k todo vale para dar pie a una buena historia. Yo no sé si estoy de acuerdo. No es tan fácil. Como para casi todo en esta vida, para escribir, también hace falta tener facilidad y una buena dosis de imaginación. Por eso todos los que carecemos de lo segundo, acabamos escribiendo sobre nosotros mismos o cosas que nos suceden cerca. Y no es k seamos unos egocéntricos con patas, lo que pasa es k sino viviríamos en la más absoluta sequía literaria.

La misma profesora del taller antes nombrado pretende k escribamos millones de relatos a la semana. Supongo k eso kerrá decir k ella tiene imaginación porque, para los k no la tenemos, la hiperactividad literaria es una putada. Komo ya he dicho, escribo sobre mí y cosas k me pasan. Y claro, mi vida no da tantas kosas interesantes komo para escribir relatos sin conocimiento!!! Y además a esto hay que sumarle la verdad eterna y cierta de que uno k escribe de sí mismo, escribe mejor cuanto más desgraciado se siente. Lo k nos lleva a la terrible conclusión de k para escribir todo lo k esa mujer kiere k escriba debería sentirme desgraciada todo el tiempo. ¡¡¡Y yo estoy bien siendo una desgraciada a tiempo parcial!!!