miércoles, 2 de febrero de 2011

Supongo que siempre he sido una persona bastante obsesiva, pero nunca me he tenido por una maniaca y, por eso, no soy muy capaz de reconocerme en lo que me pasa últimamente. Mi autoestima siempre ha sido baja, pero nunca ha estado tan por los suelos como ahora. Me descubro con la convicción plena de que si no he sabido conseguir que estuviera a mi lado es porque no tengo nada que ofrecerle. Nada más allá de lo meramente físico. Y eso me duele. Me duele y también me perturba mucho. Porque yo sé que me tengo que valorar más, que sino me valoro yo difílmente conseguiré que lo hagan los demás. Si toda la teoría me la sé... pero es difícil llevarla a la práctica cuando piensas que en todos estos años no he conseguido ser lo suficientemente buena para él. Tal vez para otros sí, pero no para él. El por qué? Bueno, pues no lo sé muy bien. Se supone que le he gustado, se supone que me ha querido, se supone que le he importado... pero nada de eso ha sido suficiente porque yo creo que siempre le ha avergonzado en cierta manera mostrarme o demostrarles a los demás que a pesar de lo que había pasado seguíamos teniendo una relación intensa.

Su entorno más cercano sabe que existo, pero siempre me queda la duda de si lo que realmente piensan acerca de mi existencia: ¿Qué soy? ¿Aquella pobre chica enferma con la que él sigue teniendo un vínculo alimentado por la pena y los años de apoyo pasados? ¿O la pelma enamorada que no se puede olvidar de él ni a sol ni a sombra? ¿O una mezcla de ambas cosas? A decir verdad, por mucho que mi cabecita piense estas cosas en serio, no le perdonaría que él hubiera dado ninguna de esas dos imágenes de mí a los demás. Porque, por mucho que ambas tengan algún resquicio de verdad, ninguna de las dos son ciertas. O, al menos, eso espero. Aunque ya no estoy segura de nada.

Y, para acabar, una última duda, una duda de Joaquín Sabina que hago mía también: "Una duda en cuatro palabras: voy a quererte siempre".

martes, 25 de enero de 2011

Hacia la normalidad

Aunque no tenga ni puñetera idea de lo que es la normalidad, estoy en su búsqueda. Llevo varios días intentando hacer de la normalidad mi bandera, algo que se traduce en unos cuantos hechos puntuales: sonrío más, pongo mejor cara, no reprocho nada, cuento muchas cosas insustanciales y no hablo de mis verdaderos sentimientos. Porque si hablara de ellos no me quedaría otro remedio que desconocer mi destrozo interior. Reconocer que mis pedacitos siguen llorando cuando estoy sola y tratan de hacerse a la idea de que todo acabó sin tener mucho éxito por el momento.

Él está más tranquilo y menos presionado porque 'ya no discutimos' y, mientras, yo continuo fingiendo estar a gusto en una normalidad inexistente que me hace parecer despreocupada. '¿Ves que bien estamos así?' -parece decirme él-. 'Sí, así sí, así da gusto' -parezco responder yo mientras trato de no mirarle a los ojos para que no lea en ellos. Y, allí abajo, mi mirada se detiene en sus manos; unas manos que ya nunca me volverán a tocar.

miércoles, 22 de diciembre de 2010