jueves, 11 de junio de 2009

Tipos curiosos

Los humanos somos tipos muy curiosos en general. Es cierto que a lo largo de la vida nos encontramos con gente totalmente anodina que de curiosa no tiene nada. Todos conocemos a parejas sosas que están juntas pues por eso precisamente: porque son sosas. Yo conozco a varias parejas así y me he preguntado muchas veces de qué hablarán cuando estén a solas. ¿Del tiempo? Son esas parejas que se casan (después de una despedida de solteros conjunta, casi siempre), se van a vivir juntos (antes de casarse eso nunca) y, al poco tiempo, las opciones contra el aburrimiento se reducen a dos: o tener un hijo o comprarse un perro. Eso depende de las alergías de cada uno.

Pero bueno, yo quería hablar del resto, de los que he calificado al principio como gente curiosa. Y que conste que yo me considero de este segundo grupo, lo cual, como veremos a continuación tampoco es ninguna suerte, no creas. Y es que este grupo está condenado al sufrimiento igual que el anterior lo estaba al aburrimiento. La gente curiosa no está conforme con nada y eso provoca una enorme desazón. Un humano de este tipo se enamora hasta las trancas siempre y cuando no sea correspondido en la misma proporción e intensidad. Porque el día en el comienza a ser correspondido coincide siempre con el día en el que él comienza a perder el interés. Y es que los humanos curiosos estamos siempre en una búsqueda constante de la felicidad. Y no es que pidamos mucho. Qué va. Nuestra felicidad suele depender de poco, de cosas muy pequeñas; el verdadero problema es que cada vez es una cosa pequeña diferente. Y claro, así no hay quien pueda.

En otras palabras, se podría decir que la mayoría de los humanos nos guiamos sin saberlo por la teoría de las pelotas de frontón: Cuanto más fuerte nos das, antes volvemos. Lo que, en sentido figurado querría decir que nos debe molar sufrir porque sino no se explica que deseemos hasta la enfermedad lo que no tenemos y perdamos el interés por esas mismas cosas una vez las hemos conseguido. El por qué de ese masoquismo consustancial es algo que me intriga enormemente, la verdad. Sobre todo porque me reconozco totalmente en ese patrón de conducta. Por ejemplo, me pasé parte de mi juventud enamorada como una perra de alguien absolutamente inalcanzable en ese momento. Ese ser inalcanzable bajó del reino de los cielos en el que yo lo había puesto hace un par de años aproximadamente. Y cuando puso los pies en el suelo se dio cuenta de que había ocupado hasta el momento un papel equivocado en su vida. Resulta que la que había sido su amiga incondicional era realmente la mujer de su vida. Tarde. Se rompió el encanto. Su declaración de amor sirvió para que yo me diera cuenta de que también estaba enamorada. Pero no de él. Ya no de él. Y de quién? Hombre, pues de otro que me no haga caso, de otro que me haga sentir bien alguna vez, pero sobre todo me haga sentir mal, de otro que me haga reir, pero sobre todo me haga llorar, de otro que me haga feliz, pero sobre todo me haga sufrir...

No hay solución, los humanos curiosos somos así. Tal vez debería canalizar mis esfuerzos en convertirme en un ser anodino y comprarme un perro.

miércoles, 10 de junio de 2009

Memoria de pez

Ayer ví un anuncio que me hizo pensar un poco. Aunque la finalidad era anunciar un coche y el spot acaba concluyendo que menos mal que no somos como los peces porque sino no podríamos recordar el coche super-mega-guay que tenemos, lo cierto es que comienza haciendo conjeturas de qué pasaría si los humanos tuvíeramos memoria de pez. Claro, cada vez que hiciéramos algo sería como hacerlo por primera vez. Y, si nos paramos a pensar, esto mola mucho. Para las cosas buenas, porque la primera vez siempre es la mejor y para las cosas malas... bueno, como no te puedes acordar de que ya te ha pasado otras veces... Y es que ahí está justo que 'quid' de la cuestión: si tuviéramos memoria de pez no tendríamos recuerdos. Lo cual tiene muchas ventajas porque cuando nos acordamos de cosas buenas solemos pensar (erróneamente, casi siempre) que cualquier tiempo pasado fue mejor y cuando nos acordamos de cosas desagradables... ais. Quién quiere acordarse de las cosas malas?

Y es que yo, después de pensarlo mucho (desde ayer, oye, eso es mucho, no?) he decidido que quiero tener memoria de pez. Quiero borrar de mi mente muchas cosas. Quiero olvidarme de qué es sufrir, quiero olvidarme de qué es el dolor, quiero olvidarme de las mentiras que he dicho, del dolor que he provocado, de todo lo que he llorado. Y también, por qué no, quiero olvidar que desde que apareció él en mi vida mi frágil estabilidad emocional se derrumbó para no volver a levantarse. Y es que en estos dos últimos años he aprendido algo de dolor físico, pero nada, nada, nada, es comparable a la solitaria desalmada que se me ha agarrado a la boca del estómago. No me deja vivir. Y es que tal vez no haya nada mejor en la vida que el amor romántico, pero lo que es seguro es que no hay nada peor que el amor no correspondido. Quiero olvidarlo. Quiero tener memoria de pez.

martes, 9 de junio de 2009

Hola de nuevo!
Sí, soy yo, casi dos años después, pero creo que sigo siendo yo, la dama de las camelias. No tengo ni idea de por qué he decidido volver al blog tanto tiempo después, digamos que me ha apetecido, pero no de la misma manera. Lo de la poesía no está mal, pero ya está. Se acabó. No quiero que este sea un blog de poemas, no es eso lo que me apetece ahora. Lo que quiero más bien es contar cosas. Sin pensar mucho. Poder escribir lo que se me pase por la cabeza. Sin pretensiones. No quiero escribir bien, ni escribir para que la gente me lea. Lo único que quiero es recuperar en nuevo formato un viejo diario (sin escribir todos los días, no te asustes) que sirvió durante muchos años como instrumento de desahogo (de alegrías y muchas, muchas veces, de penas, vamos a reconocerlo). Pero bueno, tampoco quiero aburrir, así que aprovecharé el formato web para colgar cosillas, vamos, para hacer algo más de lo que se puede hacer con el formato papel.

Poesías aparte (no siempre soy así de horterilla). Bienvenido a mi mundo.