miércoles, 7 de julio de 2010

Ommmmmmmmmmmmmmmmmmm

Yo tampoco sé por qué me pongo así. Pero no puedo evitarlo. Me enfado por cualquier cosa y el que me pregunten qué me pasa sólo sirve para cabrearme más. Mucho más. Es como un cortocircuito. De repente algo me cabrea profundamente y a partir de ahí cualquier intento en indagar en lo que me pasa sólo consigue crispar más mis nervios. Por supuesto, no me pasa con todo el mundo. Hay gente con una gran capacidad para cabrearme. Aunque también es verdad que no puede ser casualidad que la gente que más horas veo al cabo del día sea la misma gente que tiene esa capacidad más desarrollada Sería muy mala suerte que coincidiera, ¿no?

Pero creo k lo más sano cuando me pasan estas cosas es esperar. Intentar calmarme. Pensar que soy demasiado exagerada, que las cosas no son tan radicales como yo las veo. Respirar hondo. Calma, calma... ommmmmmmmmmmmmmm. Pero ké no me pregunten ké me pasa!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

viernes, 2 de julio de 2010

Yolanda - Pablo Milanés y Silvio Rodrígez

La imperfección perfecta

Mi cabeza es un hervidero de cosas. Sí, sí, de cosas. No me atrevería a calificarlo como ideas. Y es que cuando crees que las cosas ya no pueden complicarse más... ¡zas! Me saco un as de la manga y consigo hacerlo todo un poco más difícil. Pero tal vez, al menos esta vez, merezca la pena. A lo mejor es bueno coger la mano de alguien que te la ofrece, en vez seguir obcecada en esa mano escurridiza que siempre huye de la mía. A lo mejor es bueno dejar atrás un pasado que te encadena a la infelicidad de forma dulce, pero constante. A lo mejor es cierto eso de que el amor tiene que tener espinas, pero tal vez no haga falta convertirlo en un auténtico zarzal. Tal vez ahora quiera que me quieran en vez de solo querer, tal vez quiera que me mimen en vez de sólo mimar, tal vez quiera sonreir más que llorar...

Pero luego, después de pensar esto, paso horas sentada en el balcón, mirando el cielo. Casi sin moverme. Surcando mi parte de mapa celeste detrás de un pájaro, descansando en el tejado vecino, escuchando los ruidos de la calle y mezclándolos con los del interior de mi cabeza. La noche cae y sigo descalza, en mi terraza, con la mirada perdida, amasando ideas de cuentos que no escribiré, palabras que no le diré, sentimientos que nunca dejaré escapar. Y, en algún momento, la lucidez llega con su aplastante garrote, y me da en toda la cabeza. Y entonces, sólo entonces, entiendo que no tengo solución. Que seguiré animándome a levantarme por las mañanas e intentaré ser perfecta pero no lo conseguiré. Que debo conformarme y vivir con lo que soy y no con lo que podría ser. Y, aún entonces, a sabiendas de que me engaño todos y cada uno de los minutos, volveré a dejar mi mente en blanco y se irá por los tejados otra vez, aunque la oscuridad ya es casi total y pensaré que todo puede cambiar, que yo puedo cambiar, incluso en días de locura máxima creeré que él puede cambiar... Y descalza, hambrienta y algo beoda entraré en casa, pondré el despertador y soñaré con un mundo imperfecto, en el que por fin, yo sería feliz,... Y a lo mejor tú estarías conmigo.