lunes, 19 de octubre de 2009

Echar de menos

Soy capaz de echar de menos cosas que no sabía ni que tenía. Porque cuando las tuve no les presté la más mínima atención. Hace un rato me ha llamado mi suegra, o mi ex-suegra, o la madre de mi ex-novio que realmente nunca llegó a ser suegra o como narices quieras llamarlo. La mujer sólo quería que le cogiera el teléfono porque su madre (abuela del ex) la había llamado muy preocupada diciendo que había visto por la tele un accidente de tráfico ocurrido en el lugar en el que trabajo a la hora en la que llego a trabajar normalmente. Y claro, la pobre sólo quería quedarse tranquila y cerciorarse de que yo no tenía nada que ver con el dramático suceso. Pues oye, puede sonar a locura transitoria, pero en ese momento he echado de menos tener suegra. Esto sería una tontería si no fuera porque ayer sin ir más lejos me sorprendí a mí misma echando de menos tener novio. A lo mejor es la revolución hormonal que me corresponde esta semana, no te digo yo que no, pero lo cierto es que ayer pensé seriamente en mis necesidades. Y ya sé que no siempre necesito lo mismo, y ahí radica la dificultad de contentarme, pero lo cierto es que ayer sentí que necesitaba a alguien que abrazara porque tenía frío y que me diera un beso porque sí, sin pedírselo. Necesitaba a alguien que durmiera conmigo y no a mi lado. Lo curioso es que esta mañana seguía necesitando lo mismo. Tal vez haya cogido un virus de estos que corren por ahí porque no deja de ser raro necesitar de repente cosas que ya tuve y que no sólo dejé escapar, sino a las que además no presté atención.

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