jueves, 25 de noviembre de 2010

Y mira tú que me ha dado por reflexionar hoy acerca de si lo que no se cuenta existe o no. Si hace un rato decía que sí, que lo que no se cuenta también existe, ahora digo que hay veces que no. Estoy muy cansada de decir abiertamente lo que siento, lo que le siento, lo que le quiero. Y ya sé que no se puede pedir que todo el mundo sea igual de expresivo y de abierto con sus propios sentimientos, pero, al final, cuando ya has dicho muchas veces lo que sientes y la respuesta que has obtenido ha sido lacónica e imprecisa, empiezas a pensar que a lo mejor la relación que tienes con esa persona es más unilateral que otra cosa. Si tienes que preguntarle si te quiere para obtener una respuesta del estilo de 'claro, ya lo sabes' tal vez no merezca la pena ni que se esfuerce en contestar. Y es que, volviendo al principio, yo no digo que no me quiera, sólo digo que lo que no se dice nunca y se demuestra pocas veces simple y llanamente o no existe o es como si no existiera.

A veces pienso que estoy enamorada de alguien que no existe y que además nunca ha existido. Creo que me enamoraron de él unos cuantos momentos. Y luego me he dedicado a extrapolarlo y a pensar que algún día todo él será siempre como lo es en esos momentos que enamoran. Pero pensar eso es realmente una soberana gilipollez porque las cosas nunca serán como yo me las imagino. Él siempre tendrá secretos para mí, siempre exigirá cosas que él no cumple y siempre llevará la batuta de nuestra relación. Siempre elegirá lo que le apetece y rara vez cederá a mis apetencias cuando no coincidan con las suyas, siempre se escuchará más a sí mismo de lo que me escucha a mí y siempre sabrá en qué parte del cuerpo me están hiriendo sus palabras.

Dicen que en toda relación (sea de lo que sea) siempre hay uno que besa y otro que tan sólo pone la mejilla. Yo he tenido mucha suerte, he puesto muchas veces la mejilla a lo largo de mi vida, algo que es mucho más fácil y menos comprometido que dar el beso, pero ahora llevo mucho tiempo siendo yo la que besa. Y siento que muchas veces, en vez de dejarme besar, me giran la cara.

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