lunes, 9 de julio de 2007

Yo ví unos ojos garzos
en un busto de mármol
con los cabellos del oro
de una gran puesta de sol.

Yo ví un corazón tierno
que se brindaba al amor
como hace el vino espumoso
al que bebe con ardor.

Y pensé que me había enamorado.

Pero ví unos ojos negros
de azabache, de pasión,
y de un color oscuro
se me nubló la razón.

La piel, de color blanco,
a gozarla me invitó,
como cuando Dios habló
y la Virgen se postró.

Y pensé que me había enamorado.

Más luego tuve en un sueño
una efímera ilusión,
niebla, luz, fantasma vano
de una imposible misión.

Sin corazón y sin cuerpo
sin tacto y sin pasión.
Ella no puede darme amor,
pues sólo es una visión.

Y supe que me había enamorado.

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