viernes, 11 de septiembre de 2009

Inseguridades

Siempre he admirado a la gente que tiene seguridad en sí misma. Y no me refiero a la gente que lo aparenta, sino a la gente que lo es. Yo soy de las que lo aparento, o por lo menos lo intento, pero no la tengo ni por el forro. En realidad es un problema mío, pero que afecta a las relaciones con los demás porque muchos comentarios sin mala intención pueden herir sin querer mi débil autoestima. Y tampoco es que me guste que me alaben, todo lo contrario, me incomoda bastante que ensalcen en exceso las cosas que hago bien (aunque en su justa medida siempre gusta, claro), pero es que son tan pocas... La verdad es que siempre me he sentido bastante torpe en todo y nunca he sido especialmente buena en nada. Tal vez ésa sea la razón por la que he pasado tantos años al lado de una persona para la que yo era el ser más especial del mundo y así me lo hacía sentir.

Y claro, ahora la cosa ya no es así y la seguridad que me daba el saber que a alguien le gustaba yo por mí misma, con todo lo malo incluido, ahora ya no está. Sí, a lo mejor estás pensando que hay otras personas a las que les gusto. No. No es cierto. Eso creía yo, pero no. Hay personas a las que les gusto para un rato, para pasar un rato, o dos, o tres o unos días, personas a las que les puedo gustar físicamente, pero que saturan de mí en seguida. Es muy lícito, no creas, de hecho a mí también hay mucha gente que me satura, lo malo viene cuando la saturación no es mutua. Vamos, cuando tú saturas a alguien, pero ese alguien no te satura a ti. Bueno, o no. Mejor dicho lo malo viene cuando te das cuenta de que no hay solucion al problema, de que cuanto más se insiste más lejos se está de conseguirlo. Darse cuenta de que no va a haber pasos hacia delante nunca. Darse cuenta de que, citando al gran Sabina, se ha convertido es una historia "de nunca empezar".

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